lunes, 29 de julio de 2013

La marca del Zorro: españolismos en una traducción de Paul Auster



Leandro Wolfson*
Conocí a Paul Auster hace muchos años al leer en inglés su primera obra importante, The New York Trilogy. Me impresionó, pero no volví a leer nada de él hasta que una alumna, aficionada fanática a este autor, me insistió para que lo hiciera y me prestó sucesivamente algunos de sus libros posteriores: The Book of Illusions, The Oracle Night, Leviathan, Timbuktu, The Glass Palace. Se convirtió para mí también en un autor predilecto por la tersura excepcional de su inglés, el arte con que sabe atrapar al lector desde las primeras líneas, la verosimilitud de sus historias en muchos casos extrañas o infrecuentes, su gran conocimiento de la naturaleza humana –y en particular de las relaciones amorosas–, sus planteos filosóficos a veces inquietantes sobre la identidad humana.
Este verano me llevé a mis vacaciones una de las tres novellas
que componen la Trilogía de Nueva York (la tercera, "La habitación cerrada"), que encontré por azar en versión castellana en la biblioteca de mi barrio. Era una edición pequeña publicada por la Editorial Anagrama en 2009. No es lo mejor que ha escrito Auster –en especial, creo que no le supo dar un final adecuado–, pero igualmente es una obra importante y disfrutable.
Comprobé que la traducción, hecha por Maribel De Juan en 1997, diez años después de la publicación de la Trilogy en inglés, era excelente. Es cierto que no la comparé con el original, que no tenía conmigo; por
lo tanto, fue una evaluación a medias, o manca, o coja, porque ninguna traducción puede evaluarse como corresponde sin cotejarla con su fuente. Pero es el primer test al que a menudo sometemos las traducciones, y si no lo pasan, el otro ya queda descartado. En esta ocasión, mi propósito era gozar de la lectura, no trabajar comparando traducciones con originales, como lo hago todo el año. Y por cierto que gocé, casi sin detenerme ante esos escollos que en otros casos suelen presentar las traducciones y que muchas veces nos disuaden de continuar leyendo.
Pero digo "casi sin detenerme" porque, aquí y allí, había marcas indudables del dialecto peninsular de la traductora; y mi costumbre o deformación profesional de señalar estas cosas en los textos de mis alumnos pudo más que el ocio de veraneante y, simplemente, circulé algunos términos y frases que se fueron presentando.
Lo que sigue es, pues, una recopilación de esas señales. Muy notorias, a mi juicio, pero que, repito, no alcanzaron a empañar el placer que me produjo esta relectura de una célebre novela corta moderna.1
os, vuestro
"Nunca intentaré reclamar el dinero,os lo doy gustosamente a ti y a Sophie" (pág. 51).
"–No tiene por qué ser una biografía convencional, podrías hacer algo mucho más interesante.
–¿Como qué?
–No sé, algo más personal… La historia de vuestra amistad" (pág. 62).
Si estamos ante un texto moderno, creo que estas señales ya nos anticipan inequívocamente que el escritor o traductor es peninsular. En efecto, el uso del pronombre "vosotros/as" y su forma para el objeto directo o indirecto, "os", ha quedado limitado modernamente a España; ni siquiera a España en su totalidad, ya que, como afirma Manuel Seco, "en parte de Andalucía, en [las islas] Canarias y en América, vosotros no se usa en la lengua hablada, suplantado por ustedes. La desaparición de vosotros lleva consigo, en esas tierras, la de su forma átona os, así como la del posesivo vuestro"2. Y García Negroni y sus colaboradoras confirman que "la forma ustedes [...] válida tanto para el tratamiento familiar como para el de respeto [...] ha reemplazado avosotros/vosotras en Hispanoamérica"3.
le, les
"Fanshawe había desaparecido, y habían pasado seis meses desde la última vez que le vio" (pág. 5).
"Sophie se abrió la blusa y leamamantó, primero con un pecho y después con el otro" (pág. 10)
"La gente que vivía [allí] no se opondría (no quería que lesmolestaran)…" (pág. 66)
"… desterró a un soldado a una isla desierta [...] donde le abandonó para que muriese de hambre" (pág. 67)
"Le mataron y con voraz avidez se repartieron su carne" (pág. 68)
"Cuando la carta me llegó, él ya estaba en algún lugar de Texas. No volví a verle hasta cinco años después" (pág. 82).
Todos estos ejemplos nos muestran la aceptación que tiene el uso de los pronombres le y les en gran parte de la clase culta peninsular, no para reemplazar al objeto o complemento indirecto (en cuyo caso es lo que indica la regla), sino para eldirecto. Y esto a pesar de que en muchísimos países hispanohablantes el uso es distinto. Recurriendo nuevamente a las dos autoridades antes mencionadas, Seco menciona un recuento estadístico del uso de estas formas (por oposición ala, lo, las, los) entre escritores españoles contemporáneos, y observa que "las cifras de empleo máximo de le/les se encuentran en autores castellanos [...] , mientras que el empleo máximo delo/la aparece en autores andaluces o de otros territorios no leístas", y recuerda la sugerencia de la anterior gramática académica:4 "sería de desear que esta forma se reservara para el complemento indirecto, y para el directo se dijera siempre lo/la, ya se trate de cosa o de persona"5. No obstante, esta recomendación no prosperó. García Negroni et al. subrayan que el leísmo es considerado correcto referido a "personas masculinas y sólo en singular"6, opinión discordante con la anterior de la Academia.
El Diccionario panhispánico de dudas (DPD) dedicó un largo artículo al "leísmo", sus orígenes y su uso actual. Confirma que "en líneas muy generales, suelen distinguirse dos zonas: una leísta, que abarca el área central y noroccidental de Castilla [...], y otra no leísta, que abarca la mayor parte del mundo hispánico"7, y a continuación analiza algunas excepciones, sin pronunciarse sobre la corrección de los distintos usos. Finalmente, laNueva gramática de la lengua española diferencia el "leísmo de tipo A" (para sustantivos masculinos que designan personas), el "de tipo B" (para sustantivos femeninos que designan personas) y el "de tipo C" (para designar cosas), y afirma: "El leísmo del tipo A se ha extendido en España a la lengua culta. Se lo documenta en gran número de escritores prestigiosos contemporáneos, por lo que no se lo considera incorrecto. Su distribución geográfica es, sin embargo, irregular". Señala, asimismo, que "no está totalmente ausente en los textos americanos" y que "es frecuente en la lengua oral y también se documenta, con frecuencia menor, en la escrita, aunque no se recomienda8. Los leísmos de tipo B y C se juzgan incorrectos a ambos lados del Atlántico9.
Resumiendo: el leísmo referido a personas –como en todos los ejemplos del texto de Paul Auster que hemos dado– es considerado válido en España, pese a que no es compartido por el resto del mundo hispanohablante; no se lo juzga válido cuando se refiere a cosas. En ambos casos, es una marca peculiar de la zona central de España, la sierra ecuatoriana, Paraguay, la provincia argentina de Corrientes y, en algunos casos, México10.
fallo
"La idea de que Sophie pudiera desear que él volviese era demasiado para mí, y yo no tenía el valor de arriesgarme a descubrirlo. Quizá ése fue mi mayor fallo" (pág. 53).
Como corrobora el diccionario de María Moliner (en adelante, MM),11 la palabra "falla" en el sentido de "defecto" o "falta", es hispanoamericana; en España lo corriente es "fallo". Esto último significa, en América, "Sentencia de un juez o de un tribunal". El Oxford Spanish Dictionary, bilingüe, lo confirma al dar para "fallo", en este sentido, el término inglés mistake y declararlo "Sp" (indicador regional de Spain, España).
Por su parte, en su Diccionario argentino-español para españoles,12 Alberto J. Miyara dice: "En el diario El País se leía hace poco: ‘Un fallo energético provoca cuantiosas pérdidas en Sevilla’. No se sabía si se trataba de un desperfecto del sistema de distribución de energía o de una sentencia de un juez que perjudicaba el consumo de corriente eléctrica de los andaluces. En cambio, en Argentina distinguimos entre falla (avería) y fallo(veredicto)".
costes
"… con la enfermedad de Ellen, los enormes costes médicos, etc., etc." (pág. 82).
Diferencia clásica: en España la palabra prevaleciente es "coste" para lo que en Latinoamérica casi siempre se llama "costo" –cualquier tipo de gasto que se hace para obtener o crear un bien o servicio–. El Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) indica que, de los 3.087 casos en que se presenta la palabra "costes"13en los documentos existentes en la base, corresponden a España 3.008 (97,5%) y el pequeño porcentaje remanente se distribuye entre varios países latinoamericanos.
El "Vademécum" de dudas de la Fundéu14 lo corrobora, así como Alejandro Placer.15
Podríamos preguntarnos por qué, ante una evidencia estadística tan contundente, el DRAE no caracteriza a este término, y a algunos otros de los que aquí tratamos, como españolismos. En un artículo anterior,16 mostré que en una lista de cien términos del lenguaje cotidiano había 33 españolismos exclusivos de la Península y 9 compartidos por España tan solo con uno o dos países, pese a lo cual de estas 42 palabras el DRAE registraba únicamente una como españolismo. Esta curiosa anomalía ¿ha sido suficientemente destacada por los lexicógrafos? Parecería que España (o sus académicos de la lengua) quisiera presentarnos su dialecto peninsular como lengua general.17
remite
"Más o menos cada mes llegaba una carta o una postal para Ellen, pero nunca llevaba remite" (pág. 82).
Según el DRAE y el MM, el término es correcto. No obstante, la nota que consigna quién es el remitente de una carta o envío se llama también, al menos en la Argentina, remitente, como confirma Alejandro Placer.18 El CREA presenta 31 casos de "el remite" y de ellos, 30 (96,8%) son de España y uno de México. En cambio, "el remitente" es más común (52 casos) y aparece en un 46,2% en documentos españoles y el resto en América Latina.
la linde
"Nadie puede cruzar la linde que le separa de otro, por la sencilla razón de que nadie puede tener acceso a sí mismo" (pág. 63).
Este estremecedor concepto de Auster, que nos sacude internamente y revoluciona todo cuanto solemos creer de la identidad humana y de la comunicación, porta también una marca peninsular.
En su acepción de "Límite entre campos, fincas, casas, etc." parece ser palabra de género ambiguo, como lo establece el DPD, aunque los dos ejemplos que da son de españoles. El MM señala que es más frecuentemente femenina... pero María Moliner era también española.
Placer adjudica a este término el género masculino en la Argentina y el femenino en España.19 El CREA nos da para "la linde" 56 casos, de los cuales el 92,8% corresponden a España.
follar
"Follar conmigo sería como follarcomo Fanshawe –como follar con su propio hijo–..." (pág. 85)
"... por primera vez en mi vida, no encontré ninguna ternura dentro de mí. Estaba follando por odio..." (pág. 85)
Aquí ingresamos en otro ámbito: el de ciertos términos vinculados con el sexo y otros de carácter vulgar, que es el territorio donde más a menudo divergen los dialectos regionales.
El DRAE recoge, en la cuarta acepción de "follar", esta definición: "Practicar el coito", y le reconoce carácter vulgar, pero no dice que sea un españolismo. Lo mismo sucede con el MM. No obstante, de los 170 casos existentes en el CREA, el 93,5% son de España.
lavabo
"En la terminal de Port Authority entré en el lavabo de hombres..." (pág. 86)
Como señala el MM, en varios países latinoamericanos (sobre todo del Cono Sur) la palabra "lavabo" es reemplazada más habitualmente por "lavatorio" o "pileta" cuando designa el utensilio destinado a lavarse, pero es menos corriente para designar el "cuarto de baño" (o directamente el "baño"). Dicho diccionario adjudica este último uso a la Argentina, Uruguay, Bolivia y Costa Rica, pero doy fe de que en los dos primeros países no es empleada así: no vamos al "lavabo", vamos al "baño". El DRAE admite el carácter regional de "lavatorio" en el primer sentido, pero no admite que en el segundo sentido es un regionalismo español.
coger
"En la terminal de Port Authority entré en el lavabo de hombres y me lavé las manos y la cara. Luego cogíel metro..." (pág. 86)
Como contrapartida de lo dicho para "follar", señalemos que entre las numerosas acepciones de "coger" en castellano, hay una sola que diferencia al instante el habla de un hispanoamericano del habla peninsular, y es la de "practicar el coito" o, como explica biológicamente el DRAE: "Dicho del macho de algunas especies, cubrir a la hembra". Sin embargo, el DRAE no dice (como sí lo hace el MM, en la acepción 21 de "coger") que esta variante predomina en América Latina. Ello hace que, en general, algunos hispanoamericanos se cuiden de usar en muchos contextos el verbo "coger" en sus otras acepciones, so pena de ser malentendidos.
gilipollez
"Tenía unos tatuajes en los nudillos, una letra en cada dedo, A-M-O-R en la mano derecha y O-D-I-O en la izquierda. Cuando uno veía esa clase de gilipollez, lo único que quería era mantenerse alejado".
Para "gilipollas", el DRAE remite a "gilí: tonto, lelo", y a ninguna de las dos las marca como lo que son: españolismos a muerte, inusuales en cualquier otro país hispanohablante. Entonces, "gilipollez" sería, entre nosotros, "boludez, pelotudez, cojudez, pendejada, necedad" –más las cuatro primeras que la elegante y culta quinta–.

Resumiendo: no me fue necesario saber la nacionalidad de la muy buena traductora de esta obra de Paul Auster para tener la total certeza de que era española y, probablemente, desconozca que algunos de los términos que empleó a lo largo de ella no son en absoluto "neutros" sino que muestran, con claridad meridiana, en qué país hispánico se formó y quiénes son sus lectores más probables.

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