miércoles, 21 de agosto de 2013

Los falsos amigos

¡Hola a todos! no pude subir notas en las últimas semanas por falta de tiempo pero ahora que estoy mas desocupada volveré a tratar de subir al menos una entrada por día. Les dejo esta nota del sitio: http://cvc.cervantes.es sobre falsos amigos en algunas versiones de libros. DECIDÍ compartirla PRINCIPALMENTE porque esta semana me tocó leer "los siete locos" y me PARECIÓ un libro bastante particular, por momentos INTERESANTE y por otros no tanto, pero creo que es buen libro al fin y vale la pena leerlo.
¡que disfruten la entrada!

ERRORES

Por Ricardo Bada

Por lo que se refiere a los temibles falsos amigos, tengo dos historias, a cuál más divertida.
En la novela Los siete locos, de Roberto Arlt, en un momento determinado, dice el autor que uno de los siete locos, que es un buscador de oro, «encontró placeres en el Campo Chileno, vagando con una prostituta llamada La Máscara». Y resulta que el despistadísimo trujamán de Arlt al idioma de Goethe tradujo ese «placeres» en su acepción hedonística (Vergnügen = goce, diversión, agrado) y no en la mineralógica (Goldsandfeld = arenal donde la corriente de las aguas depositó partículas de oro). Así es que cuando dieciocho páginas más tarde los lectores alemanes se enteran de que La Máscara estaba sifilítica, no les queda ni la menor duda de que al menos en el aspecto sexual los argentinos son unos degenerados: qué es eso de hallar placeres con una puta sifilítica, vamos, ni en los casos más aberrantes de la psicopatología de Krafft-Ebing.
Ahora bien, la historia más linda de las dos es una que me pasó personalmente cuando estaba chequeando las traducciones al alemán de García Márquez, por un común acuerdo del autor, la editorial y la traductora. Fue con El amor en los tiempos del cólera, y recuerdo que unos días antes de enfrentarme con los primeros capítulos de la traducción, tuvo lugar la Buchmesse, la feria del libro de Fráncfort, y allí, en el pabellón brasileño, descubrí un ejemplar de O Amor nos Tempos de Cólera, la novela de Gabo, traducida por otro gran novelista, Antonio Callado. Y me dije que sería bueno tenerlo a mano al estar chequeando la traducción de Dagmar Ploetz, buena amiga mía, para mirar las soluciones de Callado cuando ella y/o yo estuviésemos en dudas.
(Entre paréntesis: he aquí los cinco elementos que componían la portada de aquella edición carioca: 1.º Gabriel García Márquez, 2.º Premio Nobel de Literatura, 3.º O Amor nos Tempos de Cólera, 4.º Tradução de Antonio Callado, y 5.º el logotipo de la editorial con una sola palabra que casi parece aludir al contenido prometido por semejante portada: Record).
Dagmar Ploetz acostumbraba a subrayar en su traducción aquello que no estaba segura de haber entendido o traducido bien, y a veces me proponía varias soluciones. En este caso no, en este caso se limitó a subrayar una palabra y a poner varios signos de interrogación detrás:
Allí estaban las autoridades sin más protección contra el sol que los paraguas de diario, estaban las escuelas primarias agitando banderitas al compás de los himnos, las reinas de la belleza con flores achicharradas y coronas de cartón de oro, y ¿¿la papayera?? de la próspera población de Gayra, que era por aquellos tiempos la mejor de la costa Caribe.
¿Qué caramba era una «papayera»? Tampoco yo lo sabía entonces, pero releí el párrafo, hice mi composición de lugar (autoridades, escolares agitando banderitas al compás de los himnos, etc.) y me dije que debía de ser la banda de música. Seguro de que era eso, miré la traducción de Callado, donde decía:
Lá estavam as autoridades que só tinham como proteção contra o sol os guarda-chuvas do dia-a-dia, as escolas primárias agitando bandeirolas ao compasso dos hinos, as rainhas de beleza com flores esturricadas e coroas de papelão dourado, e gente da plantação de mamão da próspera localidade de Gayra, naqueles tempos a melhor da costa Caribe.
Me dije que fuera lo que fuese una papayera, con toda seguridad había algo que sí que no era: la gente de la plantación de papaya. Así es que llamé a Pacho Zumaqué, uno de los mejores compositores colombianos, y a la sazón agregado cultural en la embajada en Bonn, y el buen Pacho, que es de Montería, o sea, costeño, de la zona donde se desarrolla la novela de Gabo, a mi pregunta de qué era una papayera me contestó con una expresión que jamás olvidaré: «Un combo de chupacobres». O sea, lo que en alemán se traduciría como Blaskapelle, una banda de música compuesta de instrumentos de viento.
¡Chupacobres: palabra que sería divina si encubriese más lo humano!

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